Esta historia comenzó hace mucho tiempo, cuando cayeron las primeras lluvias de mayo, en el corazón de un encantador paraje cubierto por árboles, arbustos, bejucos, piedras, un refrescante riachuelo, el arrullo de las aves y el ronroneo de algún felino al acecho, escondido entre las bromelias de la rama de un árbol que se resiste a caer.
Muy cerca se escuchaban los tintineos de un pájaro campana, el ronquido de los congos y el arrullo encantador de un chorrito musical que bajaba feliz por entre las raíces y piedras de la espesura de aquella reserva natural. Toda la montaña es un santuario majestuoso, donde los exuberantes árboles se encuentran cubiertos por un ropaje hecho de lana, parásitas y bromelias multicolores, tejido por las manos mágicas de la madre naturaleza.
Bajo ese mundo verde, las inmensas y recónditas bajuras de los huecos hechos por una comunidad, increíblemente compleja, de hormigas, conocidas como “zompopas”.
En el ambiente se respiraba incertidumbre, pues en la superficie un pajarito conocido como “toledo”, saltarín y galante, había devorado a la reina madre de las zompopas. Las incansables hormigas, consideradas las grandes trabajadoras del reino animal, las científicas del subsuelo, cortadoras de hojas y arrieras, comentaban entre ellas que sin su reina no podrían preservar su especie y morirían irremediablemente.
Una tarde oscura, que olía a tierra mojada, las hormigas mayores se reunieron a deliberar para buscar una solución a su problema. Fue entonces cuando decidieron convocar a elecciones populares, al aire libre. Fuera de un gran cráter de tierra colorada, se mecían danzarines los grandes helechos y aun se oía el rinrineo atormentador de las chicharras.
Al caer la noche del día siguiente, las hormigas de la comunidad llamada Resumidero se encontraban en campaña política. Realizaron su asamblea fuera del hormiguero, con la frescura del bosque tropical llamado Madre Verde: un parche boscoso conocido como “el pulmón de Occidente”.
A pesar del agotador trabajo electoral, continuaban persistentes, cortando hojas que llevaban a su colonia, en una fila organizada. En ese escondite cultivaban un hongo sobre las hojas masticadas que les servían de refugio y alimento.
De pronto, una hormiga grande y culona llamada Hoguerita subió a la rama de un árbol, e instó a sus compañeras y a los machos a que votaran por ella el domingo siguiente, día de las votaciones. Alzando la voz, dijo: “Compatriotas, les vengo a pedir el voto para que me elijan como la reina de esta comunidad de cortadoras. Ustedes saben que nosotras y nosotros sabemos cultivar el hongo que necesitamos y tenemos la bacteria en nuestros cuerpos, necesaria para producir antibióticos. A la vez, somos capaces de construir grandes galerías subterráneas, para evitar las inundaciones de los duros inviernos. Sabemos que siempre seremos acechadas por nuestros depredadores. No venimos a pelear contra nuestros enemigos los microbios; hay algunos buenos y otros dañinos, eso todos lo sabemos, somos conscientes de esto. Pero debemos ser inteligentes y utilizarlos para nuestro propio beneficio. En otras palabras, asociémonos a los microbios benéficos, y de esta manera los controlamos”. Una gran cantidad de arrieras soltaron la carga, aplaudieron y gritaron eufóricamente apoyando a su candidata.
De pronto, sobre una hoja que se tambaleaba, mecida por una corriente de aire, la candidata Hormiguina, acompañada de un centenar de simpatizantes que aplaudían y movían los pedacitos de hojas multicolores, como si fueran banderas, manifestó de manera frenética: “Ciudadanos y ciudadanas de esta pujante colonia Resumidero: No escuchemos palabras de complicidad; creemos que todos los microbios son malos y los queremos matar a todos. Ellos nos controlan y nos matan. Todos conocemos a Hospedero, el rey de los microbios; viene a atacar los hongos que con gran esfuerzo hemos cultivado. Además, debemos desarrollar mecanismos de defensa contra los seres humanos que persisten en exterminarnos con insecticidas y cebos engañosos, porque, según ellos, les destruimos sus plantaciones. Pero nosotras y nosotros somos más inteligentes, y por eso seremos invencibles”.
Unas vociferaban por aquí, otras aplaudían por allá. El ambiente se llenaba de alegría electorera. A lo lejos, se percibían algunas lucecitas de pueblos aledaños, y entre los árboles se filtraban tenues rayitos de plata de la quinta luna llena del año.
Por fin llegó el día de las votaciones. El presidente del Tribunal Hormiguero de Votaciones tomó un altavoz y dijo: “Las hormigas que quieran votar por Hoguerita depositen el pedazo de hoja a mi izquierda, y las que deseen votar por Hormiguina las colocan a mi derecha”.
Sorprendentemente, las hormigas, a pesar de estar en campaña política, no abandonaban su labor de cortadoras y arrieras. Con el manto fresco y abrazador de la noche, el ulular de los búhos y el rasgueo estridente de los grillos, se realizó el conteo. Después de una larga espera, al fin hubo humo blanco en el bosque.
El presidente del Tribunal, a viva voz, dijo: “Ciudadanas y ciudadanos de esta hermosa comunidad de valientes y afanosas cortadoras: Después de un agotador conteo de pedacitos de hojas, al fin tenemos reina. La ganadora es la candidata Hoguerita”.
Hoguerita, ante la tumultuosa ovación de sus seguidores y seguidoras, lanzó un corto y esperanzador discurso: “Conciudadanas y conciudadanos: Esta noche estoy profundamente agradecida por su apoyo. Mi única intención es luchar por preservar nuestra especie. Como primer decreto presidencial, me aparearé con los machos en un vuelo nupcial. A partir de mañana voy a poner más de cuatro mil huevos por día. Solo me duele saber que mis machos morirán irremediablemente; pero no es mi culpa, así es nuestra naturaleza. Voy a asignar roles de trabajo según su tamaño. Las más grandes de ustedes se encargan de la defensa de la colonia, las medianas de la recolección y procesamiento del material vegetal y las pequeñas apoyan a las demás en sus tareas. No olviden que como su líder siempre iré a la cabeza de esta carrera sin fin por la vida”.
Esa noche hubo fiesta en la colonia: comieron y bailaron a más no poder, tomados de la mano los simpatizantes de ambos partidos. Y en aquella comunidad llamada Resumidero continuaron viviendo en paz y armonía, dirigidos por la reina Hoguerita. Cada vez que caminen por los senderos de la Reserva Natural Madre Verde, cerca de la piedra El Zopilote, en el imponente cerro de La Granja de Palmares, y observen una fila organizada de zompopas que van y vienen con sus cargas, sabrán que ahí vive una comunidad de seres vivos tan organizados, solidarios, colaboradores y trabajadores incansables que no le hacen daño a nadie en el bosque; dignos de ser imitados por nosotros los seres humanos.
La reina Hoguerita. Filadelfo Sancho-Ramírez. Revista Umbral, volumen 46, N.º 2, julio-diciembre, 2021. ISSN 1409-1534, e-ISSN 2215-6178

Acerca del autor
Jubilado
Palmares, Alajuela
https://orcid.org/0000-0001-7057-3208