En la inmensidad del bosque alfabético, vivían unas hermanas letritas en una casita muy pequeña. Ellas eran (g -u -i -e). Cada una disfrutaba alegremente la frescura de aquella hermosa vegetación y cantaban imitando el ruido de los animalitos. Se tomaban de sus manos y bailaban al ritmo de la lluvia, que caía sobre las hojas secas. Solamente sabían cantar g-u-e-g-u-e-g-u-i, g-u-i-g-u-e-g-u-e, g-u-e-g-u-e-g-u-i, g-u-i-g-u-e-g-u-e. Así se pasaron días, meses y años. Como solo sabían esa tonadita, sentían temor y se avergonzaban de salir al mundo de los humanos.
Cierto día escucharon un ruido nuevo y extraño, sintieron deseos de explorar nuevos entornos; pero, como tenían mucho miedo, decidieron salir acompañadas y así se unieron la hermana mayor g, la mediana u y las menores i y e. La mediana (u), como era más atrevida, decidió salir primero y las demás le advirtieron que no debía hacer ningún ruido; de lo contrario, no volvería a salir con ellas. Como cumplió con lo pedido, siguió acompañando a sus hermanitas. Así se formaron (gue) y (gui). A partir de ese día siguieron cantando incansablemente gueguigue, guiguegui, gueguegue, guiguigui.
Sin embargo, un día la u se aburrió de salir solamente en silencio y le pidió permiso a la Madre Naturaleza para poder emitir su propio sonido. La Naturaleza la miró con ojos de bondad y le dio dos cremosos puntitos mágicos (¨) llamados diéresis; eso sí, le advirtió que debería usarlos solamente en casos indispensables. Así, un día las letritas descubrieron que el ruido al que ellas le temían era una hermosa cascada que recién se había formado. Entonces la u perdió su vergüenza, se tomó de la mano de sus hermanas y se colocó los puntitos mágicos para poder cantar de la alegría, al observar la cascada de crema musical.
Así se formaron güe y güi, y siguieron por siempre andando juntas con gue y gui, como buenas e inseparables amigas y cantaban su melodiosa tonada: güegui-guigüe, güegüi-güigüe, güegui-guigüe, güegüi-güigüe.
Al pasar el tiempo, las cuatro hermanitas podían demostrar que tenían talento para conversar con la gente del pueblo y pudieron entablar conversaciones con sus vecinos.
Desde ese día se podía escuchar en su casita: “Llegue mañana a mi casa”. “Sigue mis consejos”. “Pague lo que debe”. “La guerra no es buena”. “Me gusta tocar guitarra”. “Compré guineos verdes”. “El águila es un ave poderosa”. “Limpie el desagüe”. “Averigüe dónde vive ella”. “Es lindo el canto del agüío”. “Los yigüirros comen uvas de güitite”. “Mi amigo es bilingüe”. “El pingüino es un ave que no vuela”. “El profesor es lingüista”. “Me gusta la agüita de coco”. “Mi abuelo tenía una yegüita chúcara”.
Las letras g-u-e-i vivieron muy felices y nunca volvieron a sentir vergüenza de relacionarse con los demás habitantes de aquel bosque y la ciudad.
Ejercicios:
1.- En el texto subrayo todas las palabras (no repetidas) que contengan las sílabas ‘gue’, ‘gui’, ‘güe’ y ‘güi’. Las repinto con cuatro colores distintos y las escribo en una hoja en blanco.
2.- Dibujo y pinto, en una hoja en blanco, uno o varios animales nombrados en el cuento.
Las letras hermanas. Filadelfo Sancho-Ramírez. Revista Umbral, volumen 46, N.º 2, julio-diciembre, 2021. ISSN 1409-1534, e-ISSN 2215-6178
Acerca del autor
Jubilado
Palmares, Alajuela
https://orcid.org/0000-0001-7057-3208